Si uno da un vistazo a los periódicos del siglo XX y lo que llevamos del XXI observará que una constante en la publicidad que inunda sus páginas son los crecepelos –para el hombre– y las cremas depiladoras –para la mujer–. Su presencia está claro que responde a una demanda del consumidor, que no consigue encontrar solución a ninguno de estos "problemas" de por sí antagónicos: a unas les salen los pelos y se los quieren quitar y otros no los tienen y les gustaría que le salieran. En fin, si se observa la publicidad a lo largo de ese período (nos podemos remontar al año 1900) uno se soprende, desde la distancia, de lo engañosa que es la publicidad, jugando siempre, entre lo milagrero y el engaño continuado, con la debilidad de la gente.
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